Jean-Pierre Adams y Bernadette, su mujer.

Michael Cook, BioEdge

¿Cómo debemos tratar a alguien que ya no está en contacto con la realidad, no puede reconocer ni siquiera a sus seres queridos y ya no es un ciudadano productivo? El experto en ética y colaborador de la revista New York Times Kwame Anthony Appiah, ha entrado en la palestra.

El profesor Appiah es un filósofo anglo-ghanés, especializado en estudios culturales y literarios sobre temas africanos y afroamericanos, que ha enseñado en Princeton y en la Universidad de Nueva York.

El fin de semana pasado, un lector buscó orientación sobre la vida amorosa de su madre. Su padrastro tiene Alzheimer. Su madre fue su cuidadora a tiempo completo hasta hace unos meses, cuando su esposo fue trasladado a un asilo de ancianos.

De repente, “soltera” y sola, su madre comenzó a salir con un hombre de 70 años que es, según ese lector, un personaje sórdido, sin dinero y con varios divorcios a cuestas. «Mi madre parece empeñada en salir con ese hombre y no es receptiva a escuchar nuestras preocupaciones». ¿Cuál  debería ser su comportamiento?»

Como buen filósofo, el profesor Appiah primero distingue: en este caso, se plantean dos cuestiones éticas: (a) ¿debería salir con ese hombre? y (b) ¿debería salir con alguien? En cuanto a lo primero, es cuestión de gusto y prudencia. En cuanto a lo segundo, el consejo de Appiah no es convencional: «Hablamos de compromisos matrimoniales como vivir juntos «hasta que la muerte nos separe». También sabemos que muchos matrimonios terminan en divorcio. Tener un cónyuge vivo que ya no lo reconoce cae dentro de otra categoría. Su padrastro no rompió sus compromisos matrimoniales ni los reevaluó. No obstante, es evidente que, de hecho, se ha separado de la relación de manera permanente e irrecuperable. En resumen, la demencia avanzada de su padrastro le ha robado su marido a su madre … Pero, en mi opinión, no debemos pretender que nuestros cónyuges renuncien a la compañía de otros una vez que ya no estemos disponibles para ellos. De hecho, nadie en su familia tiene derecho a esperar esto de su madre. La dolorosa verdad es que el estado actual de su madre es éticamente equivalente al de viuda».

Esta respuesta no nos parece la más apropiada. La idea de que una persona con Alzheimer, demencia senil y con una lesión cerebral sea considerada, a todos los efectos, como una no persona, trae consigo muchas consecuencias, no solo sociales, sino también legales y morales. El tema es lo suficientemente serio como para que deba considerarse más a fondo de lo que hace Appiah.

Un contraejemplo reciente viene de Francia, donde un exjugador de la selección francesa de fútbol falleció el pasado 6 de septiembre a la edad de 73 años. Jean-Pierre Adams nació en Senegal, emigró a Francia, jugó en Nimes, Niza y París. St-Germain y representó a su nuevo país 22 veces.

Se casó con una ciudadana francesa, Bernadette, y tuvo dos hijos. En 1982, una operación de rutina en la rodilla salió mal. Un cirujano sin experiencia y un anestesista con exceso de trabajo durante una huelga de médicos y enfermeras, dejaron que su cerebro quedase  privado de oxígeno durante demasiado tiempo. Nunca se despertó de esa operación y pasó los siguientes 39 años en estado vegetativo. Su esposa lo cuidó lealmente durante todos esos años, cambiándole de ropa, preparándole la comida, ejercitándolo y conversando con él. Bernadette creía que su marido era vagamente consciente de las personas que lo rodeaban.

¿Eutanasia? «¡Inconcebible!» Bernadette le dijo a un periodista en 2012: «No me corresponde a mí decidir por él. No voy a privarlo de comer de todos modos … Al principio, cuando estaba en coma, mi miedo cada vez que iba al hospital era que me preguntaran si quería desconectarlo» Después de su muerte, Adams fue honrado con un minuto de aplauso antes de un partido de clasificación para la Copa del Mundo entre Francia y Finlandia. Su esposa se merece al menos eso y mucho más. Sin embargo, hasta la fecha, su historia no ha aparecido en el New York Times, como tampoco salen en los medios de comunicación las historias heroicas de cientos de personas que cuidan a su familiares dementes y desvalidos con profesionalidad, paciencia y cariño. Es cuestión de benevolencia y humanidad, que es lo que les debemos a esas personas.