
La presión ideológica que está sufriendo la ciencia en los últimos años a través de las revistas científicas y de sus revisores, es muy grande. Presión por parte de ideólogos que afecta al cambio de nomenclatura, incluso a la definición de la incongruencia de género, o simplemente mencionar el término “sexo biológico” es imperdonable, como si fuese un término arcaico y molesto hoy en día. Lo que es en sí mismo una aberración. Así, por ejemplo, la revista médica más prestigiosa del mundo, el New England Journal of Medicine (NEJM), está insistiendo en el controvertido tema de la medicina transgénero. El último número presenta dos «Perspectivas» donde se argumenta que la medicina transgénero es un derecho humano fundamental y que las restricciones impuestas por los estados son abominables. Según uno de los artículos, las restricciones son “ataques coordinados a la autonomía corporal por parte de ideólogos conservadores extremistas, que atacan los derechos sexuales y reproductivos (incluido el aborto y el acceso a métodos anticonceptivos)”.
El otro artículo, escrito por académicos de la Universidad de Yale, describe las prohibiciones de la “atención médica de afirmación de género” como “una forma virulenta de negación de la ciencia” e identifican cuatro aspectos negacionistas.
La idea de que la disforia de género debe tratarse con mucha prudencia y acudiendo primero a la psicoterapia, que es la opinión de numerosos profesionales, se describe como «infamante».
Por otra parte, sin aportar datos, dicen que se ha desmentido el contagio social entre adolescentes. Este dato se contradice con lo aportado por las Unidades de Género españolas o con el comunicado de prensa realizado por la Academia Nacional de Medicina de Francia el 25 de febrero de 2022 en donde la misma Academia de Medicina francesa advierte del alarmante incremento del número de casos de identidad transgénero durante la infancia que podrían estar relacionados con la influencia del entorno social y que debería extremarse la prudencia al instaurar tratamientos de bloqueo hormonal y transición de género en los jóvenes.
En tercer lugar, los autores comentan que las tasas de arrepentimiento o detransición son inferiores al 1%, también sin aportar evidencias científicas.
Por último, que “son falsas las afirmaciones de que realizar cirugías genitales en menores es una práctica común”.
Y concluyen: “Las prohibiciones de la atención de afirmación de género se basan en el negacionismo científico, dañan la salud de las personas marginadas y degradan la autoridad médica”.
Sin embargo, y curiosamente, ninguno de los dos artículos se refiere a los avances en Inglaterra, Suecia, Finlandia y Francia, donde existe un creciente escepticismo sobre el valor del tratamiento hormonal y quirúrgico para la disforia de género. El debate trans parece haberse enredado tan confusamente. en las guerras culturales de los Estados Unidos que los autores no pueden ver más allá de sus fronteras.
Wesley J. Smith, colaborador de bioética de National Review es mordaz y certero en sus comentarios sobre el apoyo incondicional del NEJM a la transgeneridad: «Me parece que el verdadero negacionismo de la ciencia proviene de aquellos que distorsionan el discurso profesional involucrándose en polémicas ideológicas, una táctica de defensa que es la antítesis del método científico. Tal vez el NEJM debería cambiar su nombre a “New England Journal of Ideological Medicine” para reflejar mejor el papel que ha elegido actualmente en la sociedad»