
Los expertos ven la importancia de regular la inteligencia artificial ahora que se está experimentando un gran incremento en su desarrollo. Geralt de Pixabay.
En la conferencia “Inteligencia Artificial y Ética: en la intersección entre la tecnología y la humanidad” que, organizada por la Asociación Gallega de Bioética (AGABI), dictó Amparo Alonso Betanzos, experta en Inteligencia Artificial (IA) y catedrática e investigadora de la Universidad de A Coruña, en el Club Faro de Vigo el 27 de marzo pasado, ya advirtió a los asistentes que «debemos ser capaces de auditar los datos de los que se nutren los algoritmos con los que funciona la IA», y que «por ello defiende con ardor la iniciativa de la Unión Europea (UE) de impulsar una IA centrada en las personas, ética, responsable y con garantías de privacidad».
Actualmente, es difícil pensar en un área de conocimiento en la que no haya implantados sistemas de IA. Sin embargo, a escala mundial, además de la posición de la UE arriba mencionada, se evidencian claramente otras dos tendencias: 1) China, que pretende convertirse en el líder de la IA con el total apoyo del gobierno: el Estado tiene interés en monitorizar a toda su población; y 2) los EE. UU. que defienden a sus empresas tecnológicas. Y ambas encierran evidentes peligros bioéticos.
La velocidad a la que se están desplegando herramientas basadas en IA generativa, como los programas ChatGPT o Dall-E, que son capaces de crear textos, imágenes o música a partir de una serie de instrucciones, está asustando a los expertos. Más de un millar de empresarios, intelectuales e investigadores de primer nivel relacionados con esta tecnología han firmado una carta abierta en la que solicitan una moratoria en su desarrollo para recapacitar sobre sus consecuencias.
Uno de esos expertos es Geoffrey Hinton, pionero en el desarrollo de la IA. Hinton renunció a principios de mayo de su cargo de vicepresidente de Google para poder advertir con mayor libertad de los peligros que plantean estas nuevas tecnologías, según aseguró en una entrevista publicada por The New York Times.
A Hinton se suman las advertencias lanzadas por líderes del sector de la IA como Steve Wozniak, Jaan Tallinn o Elon Musk sobre los peligros de que esta tecnología pueda prescindir del control humano y desarrollarse de forma autónoma. El principal temor de Hinton es que estas aplicaciones saturen internet de textos, vídeos y recursos fotográficos que puedan confundir a las personas hasta el punto de que no distingan lo real de lo virtual. Al líder informático le preocupa también el efecto perverso que puede tener esta tecnología en los ámbitos laboral y social. En declaraciones recogidas por Radio Televisión Española, Hinton ha confesado estar arrepentido de haber contribuido al despliegue y acelerado desarrollo de una poderosa herramienta que él mismo consideraba que tardaría entre 30 y 50 años en perfeccionarse sin perder el control de la potencialidad que brinda la IA. El científico exige echar el freno y que Google y Microsoft no vayan más lejos hasta tener la seguridad de que se domine esta nueva tecnología. Como acertadamente señalan varios alumnos de Master de Bioética de la Universidad Católica de Valencia: “desde un enfoque bioético personalista, la tecnología debe estar al servicio del ser humano y mejorar la vida de las personas, no a la inversa. El padre de la bioética personalista, Elio Sgreccia, considera que la ciencia y la tecnología no conocen la ética de los medios y de los fines. En este sentido, urgía a una simbiosis entre tecnología y humanismo, puesto que el poder científico nunca puede suplantar al ser humano”.