El cuidado es una actividad esencialmente humana
El verdadero progreso social, ese que busca la realización global del ser humano, depende de una actividad muy concreta. Una de la que solemos olvidarnos cuando pensamos en qué nos hace mejores, como personas o como sociedad. El verdadero progreso social depende del cuidado, de los demás y de uno mismo. Así lo reivindicaron expertas en los ámbitos del trabajo, la economía, la familia, los valores éticos y la deontología sanitaria en el IV Foro Mujer y Liderazgo en Sanidad organizado por la Clínica Universidad de Navarra, que se celebró este 27 de septiembre en Madrid.
El cuidado es una actividad esencialmente humana, que revela nuestra capacidad para reconocer a los demás. Como señaló en su ponencia Elena Postigo, directora del Instituto de Bioética de la Universidad Francisco de Vitoria, en su ponencia, “el cuidado brota del reconocimiento del ser y de la dignidad del otro, entendida como un valor intrínseco de toda persona, desde que esta empieza a existir hasta su final”. Dejar de lado los cuidados, la entrega hacia el vulnerable –ya no solo físico, sino también emocional–, es signo de deshumanización y de una sociedad incivilizada.
No faltan indicios de estas afecciones en nuestra sociedad actual, donde las pantallas, la inmediatez y el utilitarismo se han instalado en nuestras relaciones interpersonales. María Lladró, economista y experta en pensamiento creativo e inteligencia colectiva, recalcó la importancia de realzar el cuidado ante la lógica mercantilista y del beneficio que anula necesariamente a la lógica del amor: “Reconstruir la sociedad significa cuidar a las personas, a las empresas, a las instituciones, al planeta”.
Y a uno mismo. Porque como apuntó Marian Rojas Estapé, psiquiatra y autora de bestsellers, “es clave aceptar la objetiva imperfección”. Es decir, conocerse a uno mismo, asumir que no se puede llegar a todo y aprender a renunciar a ciertas metas por el propio bien. Saber encontrar momentos de reflexión, de calma, y entender que “nos sanamos en las relaciones y en los vínculos”. Porque solo cuando uno mismo está bien, puede ayudar a los demás.
No es un secreto que el cuidado y la entrega a los demás son cualidades que tradicionalmente se han asociado a las mujeres. Aún ahora, son ellas las que con más frecuencia acortan su jornada laboral para darse a sus hijos o seres queridos que necesitan de su apoyo; también son las que suelen sacrificar su carrera por esto, como demostró con estadísticas Nuria Chinchilla, economista y profesora de IESE Business School.
Sin embargo, estas cualidades, la entrega y el servicio, también les convienen a los hombres, por el hecho de ser humanos. Por eso, es una buena noticia el aumento de varones enfermeros, una profesión que, tradicionalmente, se ha asociado al género femenino. Teresa Llácer, directora de Enfermería en la Clínica Universidad de Navarra en Madrid, señaló en su intervención que la persona que se quiere dedicar a la enfermería ya es especial, ya tiene una disposición al cuidado del otro, independientemente de su sexo. Que todos practiquemos estas virtudes, y que la sociedad las reconozca como muestras de excelencia humana, es necesario para construir una auténtica civilización del cuidado. Ese es el verdadero progreso social, la verdadera realización del hombre. Vivir en una sociedad donde se reconozca al otro y a uno mismo como merecedor de atención y de acompañamiento. Una sociedad que tenga en el centro a los cuidados y, ante todo, a la persona.