Durante la pandemia de Covid-19, muchas personas murieron solas, sin el consuelo de tener a sus seres queridos junto a su cama. Las políticas variaron de una institución a otra, de un estado a otro en los EE. UU., de un país a otro. Sin embargo, la mayoría de los hospitales implementaron políticas de no visitas o de visitas mínimas. Los pacientes murieron en salas de aislamiento; sus únicos contactos humanos estaban vestidos con trajes espaciales para evitar la contaminación. Fue traumático para ellos y para sus familiares.
Lo que mujer le contó a la BBC sobre la muerte de su abuela:
«Nadie nos llamó para informarnos que se estaba muriendo. Nos enteramos después de su muerte. Fue extremadamente traumatizante. Estábamos todos muy desorientados. Fue como si estallase una bomba en nuestra familia. Nos dolía el corazón. Todos nos sentimos como adormecidos. Tuvimos pesadillas durante meses después. Mi mamá todavía tiene pesadillas. Sueña que mi abuela está perdida en algún lugar del hospital».
Un artículo reciente en la revista Bioethics analiza los dilemas morales de permitir que los pacientes mueran solos. El bioeticista Zohar Lederman escribe que «una muerte solitaria es, por definición, una mala muerte y que la sociedad en su conjunto, así como todos los individuos, estamos obligados a asegurar un cierto grado de bienestar, mejoramiento o cuidado entre y para los demás”.
Concluye que los pacientes tienen derecho a no morir solos, sin la posibilidad de consuelo y contacto humano. Y este derecho implica el correspondiente deber por parte de la sociedad de garantizar que no se produzcan muertes solitarias.
Lederman señala que «los humanos somos seres sociales por naturaleza y que necesitamos a los demás, especialmente al final de nuestras vidas. Consecuentemente, una muerte solitaria es mala, ya que puede significar que el individuo moribundo se da cuenta de que los demás no se preocupan por él. Sin embargo, ser humano en sociedad significa exactamente cuidar de los demás y ser cuidado por los demás. Sin cuidado, una persona sin cuidados no puede alcanzar su máximo potencial ni ser todo lo que puede ser; no puede ser una persona sana. Una muerte solitaria —o una muerte sin cuidados— es mala porque priva a las personas de su muerte como personas completas.
Sugiere que se necesita legislación para garantizar el derecho a evitar una muerte solitaria. Aunque esto suena casi fantasioso, Corea del Sur aprobó una ley de este tipo en 2021. En su sociedad envejecida, muchas personas morían solas y fueron descubiertas mucho después, no necesariamente debido a la pandemia. El fenómeno se llama «Godoksa» o «muertes en soledad». En 2021 hubo 3.378 muertes de este tipo, frente a 2.412 en 2017. La mayoría fueron hombres de mediana edad y ancianos.
“La Ley de Prevención y Gestión de las Muertes Solitarias” tiene por objeto “prevenir los daños personales y sociales causados por las muertes solitarias y contribuir a la promoción del bienestar de las personas estipulando las cuestiones necesarias para la prevención y el tratamiento de las muertes solitarias”.
Las muertes solitarias, dice Lederman, son «un fracaso social». Necesitamos «encontrar soluciones innovadoras, creativas y, en ocasiones, éticamente controvertidas».