Lo más grave del consumo de cannabis es el daño que causa a la integridad psíquica de los jóvenes. Se ha comprobado que el consumo crónico empeora el aprendizaje y la velocidad de procesamiento de la información.
Legalizar o no legalizar; esa es la cuestión. En el Parlamento español ya se han rechazado varias proposiciones de ley para legalizar la venta de cannabis. Quienes lo proponen incluyen la consideración “cannabis terapéutico” o el “uso medicinal”. Las hojas (marihuana) o la resina (hachís) de la planta Cannabis sativa incluyen multitud de compuesto químicos; los más relevante son el 9-Tetrahirocannabinol (THC), tóxico para el cerebro y la conducta, y el cannabidiol. Un influyente artículo científico de 2010 llevaba por título “Efectos opuestos del THC y el cannabidiol sobre la función cerebral humana y la psicopatología”. El cannabidiol ya está comercializado como producto farmacéutico (Epidyolex) para tratar ciertas variantes de la epilepsia. Incluso la mezcla THC y cannabidiol (Sativex) está disponible para tratar la espasticidad en la esclerosis múltiple. Un grupo de investigadores suecos, del Instituto Karolinska, publicaron un metaanálisis en 2022 en el que no encontraron diferencias significativas entre cannabinoides y placebo para reducir la intensidad del dolor (dolor neuropático, esclerosis múltiple y otras dolencias); es decir, no se pudo demostrar que le cannabis fuese eficaz para paliar el dolor. Así que considero una falacia proponer legalizar algo que ya es legal. Otras sustancias con potencial adictivo, como opiáceos y anfetaminas, también están disponibles para indicaciones terapéuticas.
No obstante, el meollo de la cuestión está en legalizar o no el comercio de cannabis para usos “recreativos”. Reconozco que la propuesta “integral” rechazada por el pleno del Parlamento en su reciente sesión del martes 21 de febrero, al leerla de manera ultrarrápida el viernes previo tuvo para mí un inicial efecto persuasivo en mi descanso campestre, aunque en la mañana del sábado caí en la cuenta de que esa nueva ley aportaría más beneficio que daño en el país de las maravillas, pero no en la España de 2023. ¿Cuáles serían las ventajas de aprobarla? La primera ventaja sería cortar el grifo a todo un mundo marginal que mantiene en activa vigilancia a numerosos efectivos de la policía y de la guardia civil −necesarios en otros destinos−, haciendo que esa actividad de comercio ilegal dejara de ser económicamente rentable. También se obtendría la correspondiente recaudación, pagada por unos nuevos actores económicos, grandes compañías que, bajando los precios, hundirían a los pequeños productores
La magnitud del nuevo negocio se puede deducir del valor de capitalización de algunas compañías: la estadounidense Cureleaf, creada en 2010, por encima de 2.5000 millones de euros; la canadiense Campoy Growth, establecida en 2014, por encima de 1.000 millones. En 2023, el país de las maravillas no es Estados Unidos ni España. Estados Unidos tiene la prevalencia de los llamados trastornos mentales comunes más allá del mundo. En España, según encuesta EDADES 2022, una importante proporción de personas entre 15 y 64 años (siempre más varones que mujeres) se han dado atracones de alcohol en el último mes; las cifras de quienes fuman tabaco diariamente no se consiguen que bajen; y el 2,8% consume cannabis a diario. Por no hablar de la adicción a Internet y de las conductas sexuales de riesgo, incluida la violencia sexual. Desde la perspectiva de la salud pública, ¿está la sociedad española, y en particular los jóvenes, en condiciones de ser expuestos a mayores riesgos de la salud? Junto a la enorme cantidad de dinero que el Gobierno español, amplificado por los mass media, dedica a “favorecer nuevos estilos de vida totalmente ajenos− incluso contrarios− a la salud de la población. ¿Cuánto se dedica a promover lo que los epidemiólogos han dado en llamar “los determinantes de los determinantes” (culturales, educativos) de las conductas saludables? ¿Qué hacen los gobernantes regionales y municipales para reducir la demanda de sustancias nocivas? ¿Qué hacen los agentes culturales y los del entretenimiento? ¿Qué proyectos de vida, en los que merezca la pena invertir esfuerzo, proponen como deseables y alcanzables opuestos a la deriva autodestructiva?
Frente a las aparentes ventajas, están los inconvenientes de una eventual legalización. Los efectos dañinos del consumo de cannabis, a corto y largo plazo, están repetidamente demostrados. La dirección de la NIDA (Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas, del Gobierno estadounidense) y sus colaboradores los detallaron en un artículo del New England Journal of Medicine, publicado en 2014, con el título “Efectos adversos del uso de marihuana sobre la salud”, que van desde la bronquitis crónica hasta la reducción de logros de vida. Y se les atribuye una relación causa-efecto. Lo más grave del consumo de cannabis es el daño que causa a la integridad psíquica de mucha gente y, en especial, de los jóvenes. Se ha comprobado que el consumo crónico empeora al aprendizaje y la velocidad de procesamiento de la información; y el cociente intelectual se reduce en 5,5 puntos desde el comienzo de la adolescencia hasta la edad de 45 años entre los consumidores, a la vez que mengua el volumen del hipocampo, que es el sustrato cerebral de la memoria a largo plazo. A lo largo del tiempo, también reduce la iniciativa, el esfuerzo y la persistencia.
El riesgo de desarrollar un trastorno psicótico se multiplica por 1,4 si se ha estado consumiendo cannabis en alguna época de la vida, y por 3,4 si se ha adquirido dependencia de cannabis. Y ese riego es mayor si el consumo es a una edad adolescente, si es diario o casi diario, y si hay antecedentes de psicosis en la familia, y también en quienes tienen una conocida variante genética. Hay evidencia de asociación significativa entre el consumo de cannabis en la adolescencia y la depresión, los instintos de suicidio, e incluso la muerte por suicidio en edad adulta.
Los residentes de Estados norteamericanos en los que se ha legalizado el uso “recreativo”, en comparación con los otros Estados, tienen las tasas más altas de consumo de marihuana, y tienden a creer que es beneficiosa, y que el humo es menos dañino que el del tabaco. Al comparar unos Estados con otros, se apreció un 25% más de aumento de trastornos por uso de cannabis en adolescentes. Se ha observado que, cuanto menor es el riesgo percibido, mayor es el consumo. Tras la legalización, en Uruguay; aumentaron las lesiones por accidentes d tráfico entre 2013 y 2019. En definitiva, las autoridades deben promover activamente la salud de la población y tomar medidas para evitar previsibles daños. Y más ahora, cuando estamos ante una de las peores crisis de salud mental entre jóvenes. Además de impedir en lo posible la oferta de sustancias dañinas, hay que promover que la gente joven disminuya la demanda; lo primero no debe ocultar los segundo.
Manuel Gurpegui es catedrático de Psiquiatría.