
Carlos Centeno y Carla Zapata del Mar, director y alumna del programa avanzado de Paliativos de la CUN, pionero en España. Foto: ARABA PRESS.
Francisco Goiri. Diario Médico.
Esta historia es básicamente una historia de amor, pero no una historia de amor al uso. Esta historia hermana a dos países, sobrevive incluso a sus protagonistas y deja una herencia en forma de… programa docente de posgrado.
Ellos, los protagonistas, se llaman María Ordoñana y Ajit Lalvani; española ella y británico él. Estamos en 2019, y María, enferma de cáncer, está ingresada en la Clínica Universitaria de Navarra (CUN). Lamentablemente, sabe que le quedan pocos días de vida y, antes de fallecer, ella y su marido hablan con el oncólogo que la trata. Están impresionados y muy agradecidos con la entrega, los cuidados y la humanidad que María está recibiendo en la clínica navarra, y quieren ayudar, de alguna forma, a preservar ese capital tan intangible como necesario.
Lalvani está doblemente impresionado: es el marido de María, sí, pero también colega de quienes la atienden. Catedrático de Enfermedades Infecciosas e investigador en el Imperial College de Londres, sabe que los cuidados que María está recibiendo en la fase final de su vida se cimentan en la sólida formación de un equipo multidisciplinar. Qué mejor (piensa el infectólogo; piensan ambos) que ayudar a preservar ese legado formando a futuras generaciones de clínicos en esa filosofía del cuidado
Hoy, cinco años después, María Ordoñana da nombre a una beca, la que sufraga en su integridad el programa de formación avanzada en Medicina Paliativa de la Clínica Universitaria.
Hasta 2023, este programa, de un año de duración y único en España, ha capacitado a cinco especialistas (uno por año). El pasado septiembre, Carla Zapata del Mar, una geriatra peruana, comenzó su formación en la sexta edición de un exigente fellow que aprovecha los recursos humanos e infraestructura de la CUN, combina práctica asistencial y formación teórica estructurada, y es lo más parecido que existe hoy en España al área de capacitación específica (ACE) que la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL) lleva años reclamando infructuosamente
«En España no hay nada parecido. Prácticamente nos hemos inventado un programa avanzado de especialización que viene a suplir la falta de una formación reglada. La idea es capacitar a un médico con las competencias necesarias para atender a enfermos de alta complejidad. Y no solo en competencia clínica, sino en el trato cálido y humano con el paciente y su familia».
Quien así habla es Carlos Centeno, director del Servicio de Medicina Paliativa de la CUN y cabeza visible de ese equipo multidisciplinar que tanto impresionó a María y a Ajit. Es, precisamente, esa combinación de competencias clínicas y humanas la que hace que la palabra interdisciplinar adquiera otra dimensión cuando se usa para referirse al equipo que dirige Centeno: hay médicos, enfermeras y psicólogos, claro, pero también investigadores en Humanidades y Ciencias Sociales (historiadores, filólogos, un trabajador social…).
Y todo eso tiene un claro reflejo en el programa formativo de este innovador clinical fellow y en su plasmación diaria. Lo dice una testigo privilegiada, la geriatra que se forma en la sexta promoción de esta iniciativa docente única en España.
«El entrenamiento clínico es una parte fundamental de la formación, desde el trabajo en consulta o en planta, hasta la gestión y la preparación para que el paciente pueda volver a su casa en las mejores condiciones, pero lo que más me ha llamado la atención es la perfecta coordinación con otras especialidades, médicas o no, y la visión que eso te aporta», resume Zapata del Mar.
Gestionar emociones
Es, precisamente, esa amplitud de miras la que, según ella, hace de este fellowship algo único, «porque la medicina paliativa es medicina, qué duda cabe, pero también tiene un componente humano ineludible: lidias a diario con emociones muy fuertes y, en ocasiones, no especialmente agradables (tristeza, miedo, dolor…), y es vital formar al especialista en la gestión de esas emociones. Porque eso también se entrena«.
De ahí que Centeno no hable nunca de cuidados paliativos, sino de medicina paliativa, «porque es eso, medicina avanzada, que incluye la faceta clínica, pero también la comunicación, la empatía, el apoyo, y valores como la generosidad, la gratitud, la dignidad humana… Con una buena Medicina Paliativa, es posible cambiar la experiencia de sufrimiento intenso en situaciones de enfermedad grave», afirma plenamente convencido. Y no le pillas nunca en un renuncio: para él, siempre es Medicina Paliativa. Con mayúscula.
La idea de María y de Ajit caló, además, en terreno abonado, porque si algo tenía la CUN era experiencia docente en paliativos, tanto para especialistas de España como de Latinoamérica. Desde 2004, al menos 14 profesionales sanitarios y de cuidados paliativos han realizado estancias formativas de larga duración para empaparse del modelo formativo que auspicia la CUN, aunque sin la estructura ni la formalidad de un programa de posgrado. El fellowship que rinde homenaje a María Ordoñana -«y a la generosidad de su familia», añade Centeno- institucionaliza, en cierta forma, esa dilatada trayectoria docente de la CUN.
«Curiosamente, esta beca no la buscamos. Vino a nosotros y, de alguna manera, nos sirvió para dar carta de naturaleza a esa labor formativa que venimos desarrollando desde hace años».
Una tarea docente que evidencia, más si cabe, lo que el propio Centeno califica como el mapa de la vergüenza: «España está rodeada de países que tienen regulado algún proceso de especialización en medicina paliativa, el mismo que la SECPAL y los paliativistas de nuestro país llevan años pidiendo en vano».
A tenor de la demanda que concita anualmente la convocatoria de esta beca, es obvio que necesidad formativa hay: cada año, la CUN recibe de 20 a 30 solicitudes para optar a la única plaza en liza, y tanto es el interés -puntualiza el director-, que algunos años no ha sido necesario activar la beca, «porque la institución de la que venía el médico seleccionado ha financiado íntegramente su formación». En suma, ha habido más ediciones del programa María Ordoñana que becas para sufragar la plaza.
Si la Universidad de Navarra y la CUN han sido, tradicionalmente, focos nacionales de referencia en medicina paliativa, la concreción de esa experiencia formativa en un posgrado avanzado ha intensificado aún más el interés. «Hay, de hecho, otro hospital español universitario que está considerando la posibilidad de hacer este fellow, o uno similar, porque tienen detrás una fundación extranjera que está interesada en financiarlo», dice Centeno.
También enfermería
Durante su estancia en la CUN, a María la arropó el equipo médico, pero también el personal de Enfermería, y la generosidad de su familia (a la que antes aludía Centeno) tuvo otra deriva: cuando el fellow de Paliativos ya estaba en marcha, la beca María Ordoñana se amplió con otra plaza, esta para Enfermería.
Aquí, la estructura ya existía: una de las plazas del máster de Enfermería Oncológica que oferta anualmente la Universidad de Navarra está también sufragada por la familia de María. En suma, al médico que demanda (y encuentra en la CUN) formación avanzada en paliativos (oncólogos, internistas, geriatras, médicos de Familia, intensivistas, anestesistas…) se suma Enfermería.
Desde su formación de base como geriatra, Zapata del Mar entiende que, en principio, puede haber colegas más proclives a decantarse por esta superespecialización que otros, pero no es muy partidaria de ponerle puertas al campo. «El objetivo último de la medicina paliativa es ofrecer la mejor calidad de vida posible al paciente, y acompañarle, tanto a él como a su familia, y eso no es privativo de ninguna especialidad», dice.
Empezar desde la base
Además, cuanto antes cale la filosofía que inspira el quehacer de los interdisciplinares de Centeno, mejor. De ahí que Zapata del Mar abogue por que empiece a llover en la universidad: «La formación solo será sólida si a la imprescindible preparación clínica se une la necesidad de fortalecer el sentido humano de la profesión, y eso hay que inculcarlo desde el grado», subraya la geriatra. En eso, la Universidad de Navarra también ha sido punta de lanza: en 2008, la medicina paliativa se incorporó como asignatura optativa al grado, y tres años después -«y a demanda de los propios estudiantes», enfatiza Centeno- fue una de las primeras facultades de España en convertirla en asignatura obligatoria.