
La medicina no es solo una ciencia, requiere empatía y un profundo respeto por la vida humana. José Pardo.
Javier de Toro Santos. La Voz de Galicia.
Perder a un ser querido es, sin duda, uno de los momentos más dolorosos y difíciles que podemos atravesar en la vida. Es comprensible que en medio de ese dolor surjan muchas preguntas y sentimientos encontrados. Sin embargo, nos resulta desconcertante que en esos momentos tan críticos, cuando el personal médico dedicamos todos nuestros esfuerzos a aliviar el sufrimiento y acompañar con dignidad a nuestros pacientes en sus últimos días, se interpongan demandas en contra de quienes solo buscamos hacer el bien.
El ejercicio de la medicina está profundamente enraizado en principios éticos que guían cada acción y decisión que tomamos diariamente en nuestras consultas. Estos principios incluyen la beneficencia, que nos impulsa a actuar en el mejor interés del paciente; la no maleficencia, que nos obliga a evitar causar daño; y el respeto por la autonomía del paciente, que nos exige considerar y respetar los deseos y valores de aquellos a quienes cuidamos. Estos valores fundamentales no son meras formalidades, sino que son la esencia misma de la práctica médica, informando cada paso que damos, especialmente en los momentos más delicados de la vida de nuestros pacientes.
Hipócrates, hace más de 2.000 años, nos enseñó que los fines de la medicina eran: mitigar el dolor, disminuir la violencia de la enfermedad y abstenerse de ensayar la curación cuando la enfermedad ha vencido, reconociendo que en tales casos la medicina es ineficaz. Estas enseñanzas siguen siendo relevantes hoy en día, recordándonos que la esencia de nuestra labor es aliviar el sufrimiento y respetar la dignidad humana.
En la actualidad, el extraordinario desarrollo tecnológico, los avances en la investigación básica y aplicada, la importancia de los estudios de genómica para prevenir enfermedades y la aparición de nuevas líneas de tratamiento han modificado el pronóstico de muchas enfermedades que anteriormente conducían de manera inexorable y rápida a la muerte. Sin embargo, independientemente de estos avances, los fines de la medicina siguen siendo superponibles a los hipocráticos. La medicina moderna, aunque dotada de herramientas poderosas, no ha perdido de vista sus raíces más humanísticas, y sigue siendo un arte que combina la ciencia con la compasión.
Sabemos que el dolor de la pérdida de un ser querido puede llevar a cuestionar las decisiones médicas. Queremos recordar que el personal médico estamos aquí para ayudar, para hacer lo que esté en nuestras manos por el bienestar de nuestros pacientes, incluso en los momentos más difíciles. En esos momentos de angustia es esencial confiar en quienes tenemos la vocación de cuidar y aliviar, con el único propósito de ofrecer paz y dignidad hasta el final.
Desde un punto de vista ético, la sedación paliativa se justifica plenamente cuando su propósito es aliviar el sufrimiento que no puede ser mitigado por otros medios. La intención no es acelerar el fallecimiento de la persona que sufre, sino ofrecerle un estado de confort que permita acompañarla de la manera más humana y compasiva posible.
Por eso, cuando el equipo médico se entrega a la tarea de aliviar el dolor, mitigar el sufrimiento y acompañar con respeto y dignidad a nuestros seres queridos en sus últimos momentos, resulta sorprendente y doloroso que se presenten demandas en su contra. Los médicos, enfermeras y todo el personal que participa en el cuidado de un paciente al final de su vida lo hacen desde un compromiso profundo con la humanidad, buscando siempre lo mejor para quienes están bajo su cuidado.
La medicina no es solo una ciencia, sino también un arte que requiere equilibrio, empatía y un profundo respeto por la vida humana en todas sus etapas. Los profesionales médicos nos guiamos por estos principios no solo para curar cuando es posible, sino también para aliviar y acompañar cuando la curación ya no es una opción. Es en este acompañamiento, en el acto de estar presentes y de ofrecer consuelo, donde se refleja la verdadera esencia del ser médico.
El doctor Javier de Toro Santos es vicepresidente del Colegio Oficial de Médicos de A Coruña,