
Ignacio Martínez Mendizábal en Atapuerca.
Transcripción del video “Con los fósiles pasa como con los hijos” del paleontólogo Ignacio Martínez Mendizábal realizada por
Isabel Coma Canella.
Cada hijo tiene su gracia; es muy difícil elegir uno. En el año 2002 encontré un cráneo muy distinto de los que había encontrado previamente, con una forma rarísima. Era de una niña de doce años que había sufrido una patología rara, llamada craneosinostosis temprana.
Los huesos del cráneo están articulados al nacer, pero no fusionados. Lo normal es que se fusionen después de años de haber nacido para formar el cráneo que tenemos de adultos. El encéfalo crece hasta los doce años más o menos. A esta niña se le había fusionado el parietal izquierdo con el occipital cuando todavía estaba dentro de su madre, antes de nacer. El encéfalo creció después de haber nacido, pero el cráneo no pudo crecer armónicamente. El encéfalo tuvo que empujar y deformó el cráneo, por eso es tan raro.
Aunque no tenemos su cara, tenemos la región del cráneo donde se articula la mandíbula. Las dos articulaciones (derecha e izquierda) deberían estar al mismo nivel, pero en esta niña una está más alta y adelantada. La mandíbula está rotada y la cara es deforme. La niña es muy diferente al resto de los niños del grupo. Además, se puede estudiar la superficie del encéfalo, porque la parte interna del cráneo, la que está en contacto con el encéfalo, reproduce más o menos su morfología.
Con tomografías y reconstrucción informática se puede ver cómo era el encéfalo. Los neurólogos opinan que muy probablemente tenía un retraso psicomotor. Estamos en presencia de una niña que era muy diferente a los demás, casi seguro la más lenta del grupo, física y mentalmente. Pero llegó hasta los doce años. Eso significa que no fue rechazada por el grupo.
Todos los animales, cuando tienen un cachorro que piensan que les ha salido mal, lo desechan. Solo hay una especie en este planeta que se ha rebelado contra esa ley. Una especie que por amor es capaz de decir que nadie se quede atrás. Una especie capaz de reconocer a los diferentes como iguales. Lo que hemos visto es que esas personas de hace millones de años eran humanas, tenían el mismo corazón que nosotros. Se habían rebelado contra esa ley cruel de la selección natural; no abandonaron a esta niña y la cuidaron. Seguramente la tuvieron que cuidar más que a los demás. La tuvieron que querer tanto o más que a los demás. Y por eso mi compañera Ana Gracia la bautizó como Benjamina, que en hebreo quiere decir la más querida, la que se sienta a la derecha, la favorita.
Yo nunca pensé en mi carrera como paleontólogo que me iba a encontrar el amor fosilizado. Esto, aparte de la cuestión emotiva, porque habla de lo mejor de las personas, científicamente es muy interesante. Darwin pensaba que el amor ha sido uno de los motores de la evolución humana, ya que una de las claves de nuestra supervivencia y de nuestro éxito evolutivo es que formamos grupos muy cohesionados y somos capaces de cooperar estrechamente los unos con los otros, e incluso de dar la vida por los demás. Esa es la clave de los seres humanos.
Darwin pensaba que ese amor, partiendo del cariño que existe en los animales (se quieren entre ellos) habría ido evolucionando hacia ser cada vez más fuerte hasta lo que vemos en la actualidad en los seres humanos, que son capaces de dar la vida por alguien que no conocen. A Darwin le habría encantado conocer a Benjamina y nos habría dicho: «Os lo dije».
A la vez que el cerebro se va haciendo grande, a la vez que las sociedades se van haciendo más complejas, a medida que la tecnología se va haciendo más complicada, el amor se va haciendo cada vez más potente. Todo ha evolucionado junto.
Pienso que, desde un punto de vista emocional, pero también desde un punto de vista científico y frío, Benjamina es el fósil más importante de la Sima de los Huesos. Creo que ha sido el más importante del registro fósil mundial hasta hace unos meses, cuando otra compañera de la universidad de Alcalá (Mercedes Conde) descubrió un caso parecido. Se trata de una niña neandertal con síndrome de Down que vivió más de 6 años. No fue desechada por el grupo; fue integrada, cuidada y querida. Ahora ya tenemos dos niñas y espero que estén en algún sitio jugando juntas. Son dos fósiles muy importantes por la historia que nos cuentan.
De vez en cuando es bueno que pensemos bien de nosotros mismos, porque siempre estamos pensando que somos lo peor del planeta.
Sí. Y cuando nos ponemos, también lo mejor.
El Dr. Ignacio Martínez Mendizábal es catedrático del Área de Antropología Física en el Departamento de Ciencias de la Vida de la Universidad de Alcalá de Henares1 y director de la Cátedra de Otoacústica Evolutiva y Paleoantropología de HM Hospitales y la Universidad de Alcalá. Con Juan Luis Arsuaga recibió en 1997, junto con el equipo del que ambos forman parte, el Premio Príncipe de Asturias por sus hallazgos sobre la evolución del hombre en el los yacimientos de Atapuerca.