
El bebé no tiene palabras para protestar.
Krystena Murray, una mujer estadounidense de 38 años que se sometió a una fecundación in vitro, dio a luz a un niño negro a pesar de que ni ella ni el donante de los gametos eran negros. La clínica admitió su «error»: en ella se implantó el embrión de otra pareja (1). Una historia que resalta el dolor de la mujer que se vio transformada en madre sustituta contra su voluntad. Mientras, nadie menciona la tragedia del niño, cuyo sufrimiento e intereses son ignorados.
Lo que vivió Krystena Murray fue una verdadera tragedia. Por supuesto que estamos impactados por la historia de esta madre engañada. Pero la atención se centra sólo en ella. ¿Quién se conmueve ante el niño que es engañado y colocado, sin pedirle permiso, en el vientre de una desconocida, para luego, todavía sin su consentimiento, devolverlo y venderlo a otros padres con o sin vínculo genético, como sucede cuando se autoriza la devolución de una mercancía? ¿Quién se atreve a hablar de «error» cuando se trata de estos niños? Estas prácticas se aceptan sin consideración. El niño no tiene voz, no tiene palabras para protestar. Él no puede exigir justicia, como lo hace esta madre.
Un sufrimiento silencioso
Krystena Murray comenta que nunca superará la angustia y, obviamente, podemos entender por qué. ¿Qué pasa con los niños nacidos por gestación subrogada, como Olivia Maurel, quienes, a costa de luchas psicológicas obsesivas, están tratando de recuperarse?(2).
Los riesgos para los niños nacidos mediante reproducción asistida con un donante no son menores (3). La vida que comienza en un laboratorio, en una placa de Petri, priva al niño, desde el principio, de la envoltura física materna, rica en cantidad de afectos transmitidos. La procreación es una historia subterránea y silenciosa, pero que puede resultar ruidosa en la vida real. ¿Cuántos sufren en silencio porque están atrapados en conflictos inextricables de lealtad, sumados a una deuda de existencia?(4).
Olivia Maurel habla de su encuentro con muchos niños nacidos por gestación subrogada; permanecen en silencio por el terror que sienten al pensar en perder de nuevo a sus padres. Son pocos los que están preparados para afrontar una situación así. Olivia lo hizo… ella soporta el dolor de romper con sus padres. A pesar de esto, no los culpa a ellos, ¡culpa al sistema!
Prácticas antinaturales
Por una parte, la sociedad subraya la primacía del vínculo genético, hasta el punto de arrancar un hijo a la madre que lo llevó «por error» para devolvérselo a los padres genéticos, pero considera banal y consiente, sin pestañear, las procreaciones técnicas con donantes.
El testimonio de Krystena Murray es impactante: aunque ella reconoce que no es su bebé genéticamente hablando, es su carne y su sangre la que le están arrancando. A ella le hubiera gustado quedarse con este niño.
Esta madre, convencida de que llevaba en su vientre a su hijo, se encariñó con él. ¿Significa esto que todo depende del pensamiento? A una madre sustituta, sabiendo que el niño que lleva en su vientre no es suyo, ¿le resultaría más fácil no encariñarse con él? Téngase en cuenta que el «desapego» es la orden que las agencias de gestación subrogada dan a las madres sustitutas. Pero estas mujeres se están engañando a sí mismas. Creen que pueden hacerlo, sin darse cuenta de que la naturaleza humana y sus principios fundadores pueden tomar el control. La sinfonía hormonal propia de cada embarazo hace todo lo posible en el cuerpo de la madre para que «ese pequeño embrión» se convierta en «su bebé» y se adhiera a él.
También sería interesante realizar estudios sobre la depresión posparto en madres sustitutas. No sorprendería a nadie que sea más frecuente en estas madres, dado el factor hormonal que crea un apego recíproco. El microquimerismo fetal da fe de la conservación de células fetales en la médula sanguínea de las mujeres hasta 30 años después de cada feto gestado (5). De modo que es muy probable que una madre sustituta recuerde durante toda su vida a la criatura que gestó en su seno.
«Nada puede expresar el shock y la violación que supone enterarse de que tu médico ha colocado el embrión de un extraño en tu cuerpo», afirma Krystena Murray. La mujer no está destinada a llevar el embrión de otra persona. Ningún mamífero hace esto, ya que es contrario a su naturaleza. Una mujer que acepta ser madre sustituta se obliga a desactivar ciertos «interruptores humanos». Se fuerza a sí misma a una escisión, separándose de su instinto maternal para permitir un proceso completamente antinatural, «anti-maternal». El mundo está frenético en cuanto a la ecología de la naturaleza, pero ¿qué pasa con las locuras cometidas en el campo de la procreación, que dan testimonio de una falta de ecología en el Hombre en los albores de la vida? Éste es el tema de mi próximo libro, dice Krystena.
Silencio sobre el destino del niño
Inducir una separación psicológica del niño gestado es un factor traumático que forma parte de los primeros pliegues de la vida del embrión. La necesidad primaria del niño es precisamente la calidad del apego materno, fuente de influencia en su desarrollo emocional y relacional. Pase lo que pase con la mujer embarazada, el niño, bajo pena de perderse, se apegará a ella.
Este niño de cinco meses, llevado en brazos por Krystena Murray, es arrancado de los brazos de la mujer que para él es verdaderamente su madre, ya que lo acunó, lo alimentó con su sangre y está unido a ella con todos sus sentidos y con todo su ser. Es una tragedia indescriptible, una herida de abandono que lo marcará de por vida. Pero no hablamos de ello.
Si se alzan voces, es fundamentalmente en torno a las mujeres, y las feministas se oponen, con razón, a la utilización de las mujeres, que se ven prácticamente reducidas a la esclavitud mediante la maternidad subrogada. Pero ¿a quién le importa el más vulnerable, el que no tiene voz: el niño? Instrumentalizado, manipulado por la tecnología, se convierte en objeto de los deseos más fantasiosos, en detrimento de su dignidad de sujeto.
Este silencio, esta falta de transparencia sobre el destino del niño, plantea preguntas. Aunque la desgracia de esta madre es escandalosa, son los adultos quienes tomaron decisiones. El niño no ha tenido posibilidad de elegir; sólo puede sufrir.
Anne Schaub trabaja como psicóloga y psicoterapeuta desde hace 25 años. Se especializa en el tratamiento de memorias prenatales, traumas del nacimiento y la primera infancia. Formadora y conferenciante en materia educativa, es autora de “El llanto secreto de un niño” (Ediciones Les acteurs du savoir, 2017) y “Y el niño temblaba de alegría dentro de mí” (Ediciones Saint-Léger, 2019). Su tercer libro está en preparación.
_____________________________________________________________________________________
1 Madre sustituta contra su voluntad: una mujer estadounidense pierde la custodia del niño que llevaba dentro.
2 Olivia Maurel nacida por GS. «No hay ni habrá nunca una GS supuestamente ética».
3 «La reproducción asistida con un donante externo no es algo trivial», ni para el receptor ni para el donante.
4 RMA con donante: ¿una deuda existencial?
5 Microquimerismo: Nos construimos desde el principio por y con los otros.