
Se exponen a continuación dos capítulos del artículo titulado IDEOLOGÍA DE GÉNERO. UNA VISIÓN ANTROPOLÓGICA del biólogo Pedro López Garcia, Publicado en Bio-logo.
1.- ¿Qué es la “ideología de género”?
Habría que señalar, en primer lugar, que la ideología, como su nombre indica, es un pensamiento circular y cerrado, como una creencia, un dogma, que supone siempre un acto de fe cuasi-religiosa, es un pensamiento clausurado que no admite más que partidarios o detractores. En el caso de la ideología de género, centrado en la psico-sexualidad. La ideología de género propugna la igualdad identitaria de todo ser humano en cuanto a su expresión corporal, difuminando a la vez la propia identidad. Si todos queremos ser iguales, hay que erradicar cualquier diferencia. La sexualidad es una diferencia, pues nos hace machos o hembras y, en consecuencia, según la ideología de género, hay que abolir la esclavitud multisecular que ha padecido la mujer y, yendo más allá, hasta la radicalidad, abolir cualquier diferenciación sexual-corporal, que está en la base de toda opresión. Se trata de anular la identidad personal-sexual diferente (y complementaria), asumiendo un polimorfismo sexual, para lograr la igualdad. Pero la igualdad sólo se puede conseguir si, y sólo si, se renuncia a la diferencia. Lo que sencillamente no es transferible: yo soy yo y no puedo dejar de ser yo. No es una cuestión de igualdad o desigualdad, sino de diferencia entre incomparables: y esto es propio y original de la sexualidad. Y lo que no capta la ideología de género: es refractaria.
La sexualidad no se da en “abstracto”, sino en singular, en personal (yo/tú) que son siempre seres sexuados, del mismo modo que uno es blanco y otro moreno, alto y bajo, de un temperamento o de otro, y multiplicidad de condicionamientos biológicos, topográficos, ambientales, climatológicos, culturales, etc.
La complementariedad sexual (macho/hembra) no abole la diferencia, sino que realiza precisamente esa diferencia. La apertura al otro sexo nos enseña que la diferencia no agota la humanidad; y que la “complementariedad”, sin confusión ni identidad al otro, nos lleva al misterio de lo realmente distinto que yo, que no puede absorber en su singularidad: yo soy yo, pero soy por otro y para otro.
Según la ideología de género, el rol sexual no lo da la biología, sino la construcción cultural que cada uno, en uso de su libertad, quiera darse así mismo, a su cuerpo, como epifanía de su individualidad. En consecuencia, no hay sexualidad determinada, sino polivalencia según sea el sentimiento personal, como uno se sienta más a gusto consigo mismo, por lo que puede ser cambiante a lo largo de la propia biografía.
Quién queda atrapado en sus planteamientos le impide construir un proyecto integrador y de futuro, pues la persona se desvanece en su soledad. El individuo es banalizado porque su propia corporeidad –y la sexualidad es corporeidad- queda desligado de cualquier trabazón: se trivializa.
Lo perverso de la ideología de género es que quien “crea” en ella tiene muchas papeletas para un estrepitoso fracaso personal y social, pues postula la deconstrucción de lo humano para, con sus restos, volver a realizar una quimera a gusto de cada uno. No estamos ante una cuestión moral (desviación o como se le quiera llamar, aunque lo sea): estamos ante una cuestión de mayor envergadura puesto que lo que se compromete es el propio ser y hacer del ser humano. Por tanto, no conviene asomarse desde un punto de vista axiológico. Con un convencido no hay posibilidad de diálogo, a no ser que se pueda entrar a nivel antropológico (y admita el diálogo, lo que no es ciertamente fácil). La moral y los valores han de quedar excluidos, en un primer momento, para dialogarlo después, en un segundo plano, pues la persona convencida considera que lo moral es lo que él haga con su libertad, independientemente de otras consideraciones morales (inexistentes, por otro lado, desde su punto de vista). Esta es la razón última de que nos encontramos ante una verdadera ideología: un círculo cerrado sobre sí mismo, una fe dogmática y, por esa misma razón, no desmontable.
Un gran precedente lo tenemos en una de las mayores feministas de todos los tiempos: Simone de Beauvoir, que hizo famosa la frase de que la “la mujer no nace, se hace”.
2.− Bases antropológicas de la ideología de género
Lo primero que, siguiendo el deconstruccionismo, va a plantear la ideología de género es romper definitivamente con la naturaleza (en el sentido de physis: lo que aparece ante mí, sin mi intervención), con la sexualidad y, en consecuencia, con la institución natural derivada de la diferencia sexual por excelencia que es la familia.
Para tal efecto, conviene, en primer lugar, deconstruir la realidad, para, con sus pedazos, como si de un mecano se tratara, reconstruir nuevas alternativas, tantas como la imaginación desbordante sugiera.
Conviene incidir que, para un convencido de la ideología de género, no es una cuestión moral (la moral, no existe para él/ella, en sentido estricto: solo lo conveniente como placentero, útil, satisfactorio, que hay que buscar a toda costa; o lo inconveniente, como doloroso e inútil, de lo que hay que evadirse a marchas forzadas). En realidad, lo que subyace es una completa antropología en la que:
a) Dios no existe. El hombre es dios para sí mismo. La conciencia − eso que ya la neurofilosofía rechaza y que explica como mecanismos instintivos de conservación y placer − es inexistente o caótica. No hay normatividad, sino sólo conveniencias marcadamente afectivas.
b) El hombre no es un ser espiritual: ni tiene origen (solo azar), ni tiene finalidad (necesidad de ser para la muerte). Estamos ante una ideología completamente materialista.
c) La materia es maleable. Yendo al fondo, la materia se desmaterializa porque, al final, no estamos más que ante un conjunto de componentes mezclados: partículas subatómicas, átomos, moléculas, genes y proteínas, que pueden combinarse para conseguir beneficio, entendido como un bien. Estamos pues ante un desquiciamiento ideológico: un materialismo desmaterializado. En mi opinión una gran bobada.
Para la ideología de género, no se puede hablar de lo “natural”; porque lo “natural” no es más que un constructo, un invento cultural, pero no de la naturaleza, sino de la cultura multisecular para someter unos a otros. La naturaleza es meramente un “material bruto” e inexistente en sí misma, porque es simplemente un proceso evolutivo, que con los conocimientos actuales podemos determinar a nuestro antojo. La realidad es histórica, no dada. Por eso, bebe en las fuentes del marxismo: en el origen de toda dominación – la nueva “lucha de clases” − está en la diferenciación hembra-macho: en el sexo. De ahí el patriarcado, el machismo, la dominación del hombre sobre la mujer a la que ha dejado de lado para ser mera reproductora. Y sobre esta base ideológica, hay que construir la nueva sociedad.
A lo anterior, hay que contraponer una antropología que explique el hecho de que somos un mamífero pensante, espiritual. Para profundizar en el tema, sugiero alguno de los siguientes ensayos:
a) Ayllón José Ramón. 2012. Antropología filosófica. Editorial Ariel, 320 págs.
b) Burgos, Juan Manuel. 2015. Antropología: una guía para la existencia. Editorial Palabra. Colección Albatros, 5ª edición revisada, 285 págs.
c) Guerra Sierra, Ángel. 2016. La «personalidad» de los pulpos. Acontecimiento: órgano de expresión del Instituto Emmanuel Mounier, N.º. 120, págs. 48-50. https://www.researchgate.net/publication/362069136_La_personalidad_de_los_pulpos.
d) Lorda, Juan Luis. 2009. Antropología teológica. Ediciones Universidad de Navarra.
e) Prieto López, Leopoldo. 2008. El hombre y el animal: nuevas fronteras de la antropología. BAC.
f) Polo Barrena, Leonardo. 2021. ¿Quién es el hombre? Un espíritu en el tiempo. Editorial Rialp.
En definitiva, para desmontar la ideología de género es necesario un estudio serio de la antropología, de la naturaleza y de lo que nos diferencia de los animales.