La relación entre el embrión y la madre.

La relación entre el embrión y la madre.

El 27 de septiembre de 2023, el cardenal Müller concedió una extensa entrevista a Lothar C. Rillinger en la que aborda la cuestión de la maternidad subrogada, también conocida como vientres de alquiler, y, en general, el uso de los seres humanos como instrumentos para la satisfacción de determinadas personas. El cardenal califica esa práctica como grave crimen contra la humanidad.

La maternidad subrogada y el aborto son dos prácticas en las que se aprecia con claridad la utilización de seres humanos como meras mercancías. En la página web de AGABI se han tratado ambos temas en varias ocasiones. No obstante, pensamos que es conveniente insistir en varias ideas referentes al aborto.

La vida no es un producto técnico

«El darwinismo social en forma de fascismo, comunismo y el poderoso lobby del aborto fue y es la ideología más asesina en la historia de la humanidad. Sin recurrir a la revelación sobrenatural, Immanuel Kant en su Fundamentación de la metafísica de las costumbres. formuló el imperativo moral en términos de una fundamentación moral puramente racional: “El ser humano no es una cosa que pueda ser utilizada como medio, sino que debe ser considerado en todas sus acciones en todo momento como un fin en sí mismo”. Porque el derecho fundamental a la vida no puede ser otorgado ni negado a otras personas por seres humanos finitos y falibles. La vida no es un producto técnico, sino un regalo inmerecido que precede a todos nuestros pensamientos y acciones.

El judío y el cristiano creyente también reconocen que la dignidad inherente a la naturaleza humana se basa en su creación a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1, 27; Salmo 8, 6; Colosenses 1, 15-20).

La reproducción sexual y la amorosa crianza de sus hijos son un mandato del Creador para un hombre y una mujer unidos en un amor integral. Pero incluso aquellos que piensan filosóficamente de manera puramente materialista reconocerán el hecho empíricamente demostrado de que la concepción de un nuevo ser humano está ligada a la evolución de la dualidad genética de los sexos masculino y femenino.

Es un regreso a la barbarie cuando en las modernas ideologías ateas del nazismo, el marxismo-leninismo y el capitalismo consumista, el ser humano se convierte en un instrumento político o en una mercancía. El deseo natural de tener un hijo, que coexiste con la identidad de género del ser humano, no debe confundirse con un objeto de deseo material. El niño no es una cosa, sino una persona. Cuando un hombre y una mujer se unen en el amoroso compromiso del matrimonio (es decir, en su respeto mutuo como personas), se abren a la posibilidad de tener un hijo como fruto de su amor. Se relacionan «con esperanza» con su hijo como una persona de dignidad inalienable. La concepción humana se diferencia fundamentalmente de la reproducción en el reino animal o la cría de animales de granja en el sentido de que el ser humano que nace en el mundo es reconocido en un acto moral en su ser como persona, que escapa a cualquier instrumentalización. Los padres no poseen a sus hijos como propiedad, sino que los confían a su cuidado y amor, al igual que en su día fueron confiados a sus propios padres y como personas mayores dependen del cuidado de sus hijos».

La fisonomía fundamental de la libertad humana

En el libro Ratzinger y los filósofos (Encuentro, 2023), el filósofo mexicano Alejandro Salas comenta varias ideas de quien fue el Papa Benedicto XVI. Ideas que son muy apropiadas para desentrañar la falacia del aborto, y que se escriben entrecomilladas.

Para Ratzinger, el hombre ciertamente es libre, pero su libertad no es pura libertad, sino que se encuentra medida por su modo de existir en el contexto de una coexistencia de libertades. En el mundo moderno “se ha restringido el concepto de libertad, restringiéndolo al derecho individual a la libertad”. Sin embargo, cuando solo se mira la libertad desde el punto de vista del individuo, se arrebata al concepto su realidad humana, la cual no es una existencia solitaria, en aislamiento, sino coexistencia de libertades en relación de mutua dependencia y responsabilidad. Para aclarar esta idea, Ratzinger utiliza el caso paradigmático del aborto. La mujer que desea abortar apela a la libertad que tiene para decidir acerca de sí misma, pues tiene ese derecho a la autodeterminación. Sin embargo, si realmente lleva dentro de ella a una persona diferente de sí misma, también está decidiendo acerca de alguien diferente. Al anular la vida de esa persona distinta, se le priva de la vida, que es el espacio de la libertad. Su libertad, por tanto, se encuentra en competencia con la libertad de la mujer. Ante esta situación, Ratzinger se pregunta: “¿Qué clase de libertad es aquella entre cuyos derechos se cuenta el de suprimir desde el principio mismo la libertad de otro?”

El caso del aborto ilustra muy bien una estructura de dependencia radical, comenta Salas. Un ser se encuentra tan entrelazado con otro que solo puede existir en coexistencia con aquel. Aunque el bebé existe en unidad física con la madre, no obstante, se trata de una persona que tiene su propio ser. Nos encontramos ante un ser que, de momento, es totalmente un ser-desde-otro muy concreto. La existencia de la madre, por su parte, se encuentra involucrada en un ser-para-otro, que contradice a su propio querer y, por lo tanto, se experimenta como algo opuesto a su propia libertad. En este caso se hace visible “la fisonomía fundamental de la libertad humana”, pues ejemplifica cómo las personas nos encontramos insertadas en un tejido de mutua dependencia. […] Este ser-para-desde-con el otro, es decir, esta dimensión relacional de la persona humana, es quizá lo más característico de lo que significa ser persona. […] Si miro a los demás como instrumentos que puedo usar y someter para conseguir los objetivos que libremente me he propuesto, ¿qué me impide hacerlo? ¿por qué debería respetarlos? ¿qué me detiene a crecer en poder y someter todo lo que hay a mi alrededor si esto es lo que yo quiero y puedo?

Para responder a estas preguntas hay que recurrir a la convicción de que cada persona es portadora de una dignidad absoluta inviolable. Cuando se acepta la radicalidad de la dignidad del otro y la irrepetibilidad de cada ser humano, “para que aprecie todo el valor que encierra en sí mismo, y no en la medida en que pueda acomodarse a mi propio interés”, solo cabe una “decisión secreta que pasa a través del corazón de cada uno de nosotros  y se sitúa en la interioridad más recóndita donde la libertad se define por el bien o el mal”. Es decir, únicamente cabe mirar al otro con verdadero amor, que es “la última razón de nuestra existencia libre”.