
Mujer sola y sin hijos, pero con sus gatos.
Una característica de la brillantez de The New Yorker siempre ha sido sus peculiares portadas, que expresan un agudo comentario social a través de dibujos. La portada del 16 de septiembre muestra a una mujer joven sola, descansando en una silla mientras lee un libro, rodeada de tres gatos. “Conozco a muchas mujeres solteras que prefieren los felinos, incluida nuestra hija mayor”, dice la artista en una nota editorial . “Y, sin embargo, todas persisten en ser felices. Imagínese”.
La portada está vinculada a un artículo de la redactora Margaret Talbot en el que comenta un artículo del candidato a la vicepresidencia de loa EE.UU., “ JD Vance y el llamamiento de la derecha a tener más bebés ”. Para ser más exactos, Talbot no explota las ideas de Vance sobre las “mujeres gato sin hijos” a fin de poner en tela de juicio su ideología. Sin embargo, Talbot vincula el aumento de la tasa de natalidad con la eugenesia, los temores a la sustitución de los blancos y –como ya habrán adivinado– con Adolfo Hitler, porque la invocación de este personaje sigue vigente en The New Yorker: En la Alemania nazi, el gobierno instituyó nuevas y estrictas sanciones contra el aborto, y, y favoreciendo una política social pronatalista, premió con medallas a las madres casadas de “sangre alemana” y “genéticamente sanas”: bronce por aquellas que tuvieran cuatro hijos, plata por seis y oro por ocho. Los eugenistas estadounidenses alentaron a las familias blancas genéticamente “más aptas”, para que fuesen cuanto más numerosas, mejor, con premios similares. Putin ofrece ahora una medalla de “heroína soviética” para las madres con más de diez hijos.
¿Por qué los bebés se han convertido en un indicador de lealtad política? Se necesitan más bebés defiende la extrema derecha. Menos bebés están bien, defiende el centro sensato.
Pero, examinemos el asunto desde otro punto de vista. Un bebé es un ser humano único, una vida hecha para amar y ser amado, un alma destinada a la eternidad. Como dice Hamlet: “¡Qué noble en razón! ¡Qué infinito en facultad! ¡Qué expresivo y admirable en forma y movimiento! ¡Qué parecido a un ángel en acción! ¡Qué parecido a un dios por su inteligencia! ¡La belleza del mundo! ¡El modelo para los animales!”. Cuanto más, mejor, digo yo.
Se podría pensar que esto es un lío sentimental. Tal vez lo sea. Los sueños de una familia numerosa a menudo chocan con realidades económicas, finanzas domésticas, problemas médicos, limitaciones personales, etc. Pero si la gente quiere ser feliz, una vida con bebés es infinitamente preferible a una vida de ocio vacío, vacaciones lánguidas y satisfacción laboral mediocre. Y gatos.
En el fondo, la tasa de fertilidad no es una cuestión económica, sino existencial. La vida es un valor en sí misma. Durante milenios, padres y escritores han celebrado la gloria de estar vivos. Sin embargo, nosotros tenemos la desgracia de vivir en una época en la que se puede agasajar a un filósofo por publicar un libro como el escrito por el sudafricano David Benatar, cuyo título es Mejor nunca haber existido: el daño de haber llegado a existir. ¿Nos les parece éste un pensamiento muy extraño?
Como extraño es también el enfoque de un artículo sobre la tasa de natalidad de Corea del Sur publicado en el Wall Street Journal . En junio, el presidente Yoon Suk Yeol hizo sonar la alarma sobre una “emergencia demográfica nacional” debido a la bajísima tasa de natalidad de Corea del Sur. La calificó de “crisis existencial”. La fertilidad de reemplazo es de aproximadamente 2,1 hijos por mujer, mientras que la tasa de fertilidad de Corea del Sur es de 0,72, la más baja del mundo.
Sin embargo, la realidad es que en Corea del Sur hay muchos más perros que bebés. En 2021 había 1,65 millones de niños de entre 0 y 4 años y entre 5 y 6 millones de perros. La disparidad se refleja en las ventas de cochecitos para mascotas. El año pasado, las ventas de cochecitos para mascotas en Corea del Sur superaron por primera vez a las de cochecitos para bebés.
A pesar de su llamamiento demográfico urgencia, el presidente Yoon Suk Yeol y su esposa Kim Keon-hee tienen seis perros y cinco gatos en su residencia oficial, y ningún hijo.

El presidente de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol y su esposa Kim Keon-hee, y sus perros.
El número de bebés está disminuyendo en todo el mundo, en muchas culturas diferentes y en circunstancias económicas diversas. Desde luego, esto es un enigma, pero el camino a seguir no es, como parece sugerir The New Yorker, “celebrar no tener de hijos”.