
Introducción
Desde que nació la primera niña por fecundación artificial, se han producido en el mundo millones de niños por fecundación in vitro o inyección intracitoplasmática de espermatozoides y transferencia de embriones (FIVET), lo que sin duda traduce una gran aceptación social de las técnicas de reproducción asistida.
Pocas parejas de las que acuden a las técnicas de reproducción asistida se plantean dudas morales sobre su uso y acuden a estas técnicas para resolver un problema de infertilidad y así poder cumplir su deseo de ser padres, pero ello no es óbice para que existan unas objetivas dificultades éticas en estas prácticas.
Actualmente, no existen datos fehacientes sobre el número de embriones que se conservan congelados en el mundo procedentes de esta técnica. Sin embargo, a juzgar por datos aproximados de los que hay en algunos países, deben ser varios cientos de miles, lo que genera un problema ético y moral de primera magnitud.
Soluciones para los embriones congelados
Se concretan cuatro posibilidades para solucionar el problema de los embriones humanos congelados: a) donarlos a parejas infértiles, b) dejarlos congelados indefinidamente, c) descongelarlos y dejarlos morir, y d) utilizar tales embriones para la investigación o para usos terapéuticos Las tres últimas soluciones planteadas conducirían irremediablemente a la muerte de esos embriones, por lo que son moralmente ilícitas. La primera solución, adopción por la propia mujer u otra, daría la oportunidad a ese embrión de seguir su proceso natural y salvar su vida.
La adopción prenatal
Por adopción de embriones humanos congelados o adopción prenatal, se entiende la donación de los mismos para ser implantados, con el consentimiento de los padres biológicos, en una mujer distinta a la madre biológica.
La adopción por una mujer distinta a su madre biológica, que en principio podría parecer moralmente aceptable, dado que va dirigida a salvar la vida de un embrión humano congelado y a proporcionar un hijo a una mujer o pareja que lo desea, es un tema sobre el que hay fundamentalmente dos posturas bioéticas diferentes.
- La adopción de embriones congelados es ilícita e inmoral
Por: Dra. Miriam Martínez Peris y Dr. Justo Aznar Lucea https://dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=190204
Para poder fundamentar nuestra opinión sobre la valoración moral de la adopción de embriones humanos congelados hay que referirse a las denominadas fuentes de la moralidad de las acciones humanas, que esencialmente son tres: a) La moralidad de los actos humanos depende sobre todo y fundamentalmente del objeto elegido racionalmente por la voluntad deliberada; el objeto elegido especifica moralmente el acto del querer, según que la razón lo reconozca y lo juzgue conforme o no al bien verdadero; b) El fin, hace referencia a la intencionalidad o finalidad que se propone el que actúa; c) Los medios pueden cualificar también el juicio moral de los actos humanos, pues un fin bueno puede hacerse ilícito moralmente cuando se utilizan medios ilícitos para obtenerlo.
En el punto 19 de la Instrucción para la Doctrina de la fe Dignitas Personae (2008) se expresa la ilicitud moral de la adopción de embriones humanos congelados. Dicha opinión negativa la fundamenta la Instrucción en dos motivos: el primero es que la adopción «no es éticamente aceptable por las mismas razones que hacen ilícita la procreación asistida heteróloga», y el segundo es que su ilicitud se fundamenta en los mismos motivos que hacen ilícita «toda forma de maternidad subrogada».
En el primero de ellos se indica que la ilicitud moral de los embriones humanos congelados puede equipararse a ilicitud moral de la procreación asistida. A mi juicio, la ilicitud moral de la reproducción asistida depende fundamentalmente de las dificultades antropológicas, médicas y teológicas sobre la «producción» del niño, es decir sobre el medio que se utiliza para generarlo.
En el segundo, se asocia dicha ilicitud a la subrogación que se da en el acto de la adopción. Para seguir adelante con este razonamiento nos parece necesario delimitar bien el significado de este término, que esencialmente puede definirse como «sustituir para la gestación a la madre biológica por otra mujer» ¿Pero por qué la subrogación puede calificarse como moralmente ilícita? De acuerdo con la Instrucción Donum Vitae (1987), la maternidad sustitutiva (o subrogada) representa una falta objetiva contra las obligaciones del amor materno, de la fidelidad conyugal y de la maternidad responsable, y ofende la dignidad y el derecho del hijo al ser concebido, gestado, traído al mundo y educado por los propios padres. ¿Pero por qué la inmoralidad de la subrogación puede hacer moralmente ilícita la adopción de embriones humanos descongelados? La inmoralidad de la procreación asistida se centra fundamentalmente en la rotura de la unidad inseparable del acto conyugal y la fecundación del óvulo y consecuente generación del embrión; es decir en la rotura de un acto que tiene una indudable repercusión moral.
Sin embargo, cuando se trata de valorar la licitud o ilicitud moral de la adopción de embriones humanos congelados soy de la opinión que no podemos referirnos a un acto unitario, sino a un proceso biológico, constituido por: acto conyugal, fecundación de un ovulo, generación de un embrión y posterior implantación del embrión en el útero materno. Consecuentemente, cualquier interrupción, rotura o modificación de ese proceso procreativo, que afecte a su unidad bio-ontológica, podrá convertirlo en moralmente ilícito. Y aquí es en donde, a nuestro juicio, hay que considerar el papel que la subrogación tiene en la valoración moral de la adopción de embriones humanos descongelados, pues el que un constituyente del referido proceso reproductivo, en este caso la subrogación, sea moralmente ilícito, hace ilícita la globalidad de todo el proceso.
2. La adopción de embriones congelados es lícita y moral
“La licitud moral de la adopción de embriones congelados y la respuesta a las objeciones”, por: Dr. Ramón Lucas Lucas, Dra. Mónica López Barahona y Dr. Salvador Antuñano Alea http://es.catholic.net/op/articulos/14934/la-licitud-moral-de-la-adopcin-de-embriones-congelados-y-la-respuesta-a-las-objeciones.html
En la adopción de embriones hay que distinguir bien los actos morales que el hombre realiza:
– la fecundación in vitro es un acto en sí negativo
– la no trasferencia al útero materno: es un acto en si negativo
– la crioconservación: es un acto en sí negativo
– el abandono por parte de los padres naturales del embrión crioconservado: es otro acto, diferente de los anteriores, también en sí negativo
– la adopción por parte de los padres adoptivos: es un acto diverso de todos los dos anteriores, y en sí mismo es positivo.
Cada uno de los actos tiene una entidad propia. Si no se quiere caer en una argumentación de tipo consecuencialista, hay que analizar la estructura intrínseca del acto moral. El criterio que rige es el bien primario y fundamental: la vida del embrión. A los actos ya negativos en sí mismo que lo preceden, no se puede impedir que siga un acto en sí positivo, como la adopción, ni se le puede a este último atribuir el carácter negativo por el hecho de que los otros lo sean. Cierto que a nadie se le puede imponer la adopción, pero tampoco impedir.
Tampoco este acto de amor adoptivo implica justificación de los actos negativos anteriores, ni afirmación de un proceso «normal»; es diferente de ellos y se hace como medio extremo, para salvar el bien principal: la vida del embrión. A una situación ya extrema y negativa, no querida ni justificada por quienes adoptan, éstos oponen un acto de amor y generosidad en sí mismo positivo. Del mismo modo que la adopción de un «adulto» no justifica el abandono hecho por los padres, ni tampoco una desestima de la maternidad natural, tampoco en el caso de la adopción de embriones. Cierto, no es la situación ideal para los embriones. Lo ideal sería no haberlos producido artificialmente, ni congelado. Y dentro de esta situación ya negativa de la crioconservación, lo «ideal» sería que los «padres» que lo encargaron (perdón por la ofensa al embrión) no los abandonasen y los acogiesen aceptando la trasferencia en el útero.
Pero, la falta de todas estas soluciones «ideales» no debe conducir a tildar de inmoral el acto de generosidad de una madre que en algún modo «subsana» estos actos ilícitos. Ni a impedir este acto de generosidad que se constituye, de hecho, en la única vía posible para que el embrión siga su desarrollo vital.
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