Prudencia a la hora de consumir drogas inteligentes.

Nueve investigadores británicos e italianos publicaron un artículo en la revista científica Drugs donde analizan los beneficios y perjuicios del consumo de drogas inteligentes o “potenciadores cognitivos”, psicofármacos que se consumen para potenciar alguna facultad de nuestra mente.

Las «drogas inteligentes», también conocidas como «nootrópicos» y «potenciadores cognitivos» (PCs o ECs en acrónimo sajón), han sido utilizadas desde hace más de dos décadas por estudiantes y profesionales sanos para mejorar su memoria, atención, aprendizaje, funciones ejecutivas y  vigilancia, de ahí la referencia a un “comportamiento de dopaje cognitivo farmacéutico”, que entra dentro de lo que se conoce como “neurología cosmética”,  con la que no solo se pretende curar cerebros enfermos, sino mejorar los sanos “a la carta”. Este es el planteamiento de la película Sin límites protagonizada por Bradley Cooper y Robert de Niro en 2011.

Aunque se conoce bien la eficacia de los PCs en personas con déficit de memoria o aprendizaje, su efecto en cerebros saludables debe evaluarse por completo. El objetivo de esa investigación  es proporcionar una visión general sobre la prevalencia del uso de estos fármacos.

En numerosas ocasiones, basándose en informes anecdóticos favorables, los usuarios perciben los PCs como eficaces. Sin embargo, su eficacia en individuos sanos es incierta y cualquier mejora es temporal. Por el contrario, como la mayoría de los PCs son estimulantes, la modulación relacionada de los niveles centrales de noradrenalina[1], glutamato[2] y dopamina[3] puede provocar complicaciones cardiovasculares, neurológicas y psicopatológicas.

Los autores del estudio advierten que la alta prevalencia de uso actual de este tipo de fármacos tiene visos de seguir incrementándose, debido principalmente a tres factores: En primer lugar, la facilidad de conseguir estas sustancias a través de internet. En segundo término, el consumo está rodeado de un halo de eficacia y seguridad. Por último, porque el consumo explica la intervención creciente de los medicamentos en la vida social moderna y puede convertirse en un caso preocupante de Salud Pública.

Hasta el momento, la evidencia muestra que la eficacia de los PCs es limitada en contraste con los numerosos efectos secundarios asociados a su consumo. Urge una investigación científica que evalúe los efectos prometidos por estos fármacos y permita a los usuarios tomar decisiones informadas y responsables desde un punto de vista ético. Por otra parte, cuando el uso de estos fármacos ha dejado de tener una función terapéutica para pasar a tenerla de mejora del rendimiento en personas sanas es muy pertinente preguntarse sobre el papel del médico más allá del enfoque exclusivamente biomédico. La pregunta básica versa sobre la pertinencia ética de recetar estos fármacos a personas sanas que únicamente buscan mejorar su rendimiento. Basado en la definición de salud propuesta por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que es “el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”, en los últimos años se ha enfatizado que los médicos deberían adquirir un rol más activo en materias de promoción de la salud ¿Es responsabilidad de la profesión médica no sólo curar al enfermo, sino también mejorar la situación del sano? Asimismo, se debe plantear también las injusticias que pueda generar su uso preferencial por ciertos sectores sociales.

El análisis ético del consumo de cualquier fármaco, prescrito o no, debe necesariamente evaluar cualquier efecto adverso posible en el cerebro. El principio bioético de no maleficencia obliga a tener en cuenta estos efectos y actuar con prudencia.


[1] Una hormona con gran influencia en el mantenimiento de un correcto estado de vigilia.

[2] Aminoácido  que regula sistemas motores, sensitivos y cognitivos.

[3] Neurotransmisor involucrado en la toma de decisiones y en muchas otras funciones cerebrales.